IDAID RODRÍGUEZ
¿Qué te gustaría recordar? | Plaza de Santo Domingo, Ciudad de México | 23 de noviembre, 2008.
Durante un día de trabajo se invitó a los visitantes de la plaza de Santo Domingo a colaborar en la impresión de un libro (scrapbook) que contuviera sus recuerdos más significativos. El día seleccionado fue el domingo 23 de noviembre de 2008. Con la ayuda de una imprenta de tipos móviles y con las ideas de varios autores reunidas en un solo libro, la pieza busca reflexionar sobre la importancia de (re) construir las historias particulares de todos, que a fin de cuentas somos los hacedores de la historia. De este modo, la Plaza de Santo Domingo, la segunda más importante de la Ciudad de México, fue el escenario para desarrollar la pieza.
Este espacio se caracteriza por ser el lugar donde se encuentran un gran número de imprentas y escribanos desde los tiempos de la Colonia. En la actualidad se reconoce por los servicios de las distintas imprentas que ahí laboran. Uno puede encontrar cualquier servicio de impresión que se necesite, desde facturas, recuerdos para quince años y bodas, hasta recibos y títulos universitarios chuecos, lo cual ha generado cierta desconfianza entre los usuarios. Sin embargo, el lugar no deja de ser un sitio de encuentro e intercambio de distintas experiencias, además de contener un rico pasado al haber sido recinto de la Santa Inquisición y la Antigua Escuela de Medicina, cuyos recuerdos se pierden hoy entre la basura y los puestos ambulantes.
La jornada comenzó muy de mañana. Se abrió el pequeño establecimiento de madera en el portal junto a la iglesia y se dio comienzo a la obra. Los visitantes eran invitados a participar con la ayuda de un cartel que de forma sencilla recuperaba una cita del antropólogo Marc Augé que reflexionaba sobre el olvido y la memoria: “Un recuerdo es una realidad escondida en el desván de nuestra memoria.” Las personas se iban acercando poco a poco, solas o en grupo, y se les invitaba a platicar sobre algún recuerdo significativo que no quisieran que se olvidara, para ser impreso y formar parte del libro.
Los recuerdos iban de “La última vez que vi a mi padre…”, al de las pastorelas que se hacían en ese mismo lugar, o de los viajes con la familia, tan lejanos como Egipto. Una vez terminada la narración, el recuerdo se sintetizaba en una frase y se pasaba a las manos del impresor que iba armando artesanalmente las palabras con los tipos de uno en uno, como se hacía originalmente en la imprenta de Gutenberg. Luego estampaba la frase sin tinta sobre un papel blanco, quedando sólo el bajorrelieve de las letras. Esta operación se repitió durante todo el día, con la participación de cerca de 40 personas de distintas edades y sexos.
La siguiente parte de la pieza fue la encuadernación, realizada por una especialista en restauración de libros antiguos de la unam, quien finalmente le dio vida y cuerpo a este hipertexto de recuerdos creado en un solo día, en una tarde de domingo.